Como Convertir Agua Amarga en Agua Dulce

CÓMO CONVERTIR AGUA AMARGA EN AGUA DULCE

San Mateo 15:18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. 15:19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.

La palabra tiene poder. Hablar maldad es declarar maldad y quien habla maldades también vive en ellas. ¿Qué hacer cuando el cristiano tiene la costumbre de hablar maldades, maldiciones, malas palabras y aun actuar de acorde a esas palabras?

Lo correcto es SANTIFICAR la fuente de donde salen las aguas amargas para transformarlas en aguas dulces. El proceso empieza en el corazón, ya que de ahí provienen todas las palabras que salen por la boca. Tal es el corazón de una persona, tales son sus palabras. Al hablar estamos reflejando lo que hay en el interior de nuestro corazón. La sanidad de alma está directamente relacionada a este proceso. De otra forma sería HIPOCRESÍA: no podemos hablar bien, si sentimos mal en el corazón.

Salmos 141:3 Pon guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis labios.

Una de las formas más rápidas y efectivas para empezar a revertir esta condición del corazón, es detener la salida de las aguas amargas e incentivar la salida de aguas dulces. Podemos orar exactamente como lo hizo el salmista, pidiendo a Dios que coloque un ángel (o muchos) en nuestros labios y en nuestros pensamientos y sentimientos, para advertirnos y prevenirnos de todo lo que vamos a hablar, y si se escapa algo indebido que nos reprenda y nos corrija.

Esto es poner un «filtro» en todo lo que sale del corazón, cuidando y refrenando todo lo que sale de la boca y todo lo que quiere decir la lengua. Practicar el dominio propio. Sujetar la carne al mandamiento de Dios. La oración debe estar basada en: santificar la boca, santificar las palabras, santificar la lengua.

A medida que vamos filtrando lo que hablamos, nos daremos cuenta por el Espíritu Santo, además por la misma razón y lógica, cuáles son las cosas o áreas que debemos limpiar y cambiar. Este es un ejercicio que exige práctica y perseverancia, como toda disciplina. Quitar las palabras amargas y colocar palabras dulces es dejar de hablar maldades y hablar bondades conforme la Palabra de Dios. Desechar toda mentira y malicia de la boca y hablar solamente verdad y justicia, todo en el nombre de Jesús.

¿Cree usted que Jesús sería capaz de maldecir o insultar los vecinos porque uno le ensucia la vereda y el otro vive escuchando música a todo volumen? Si la respuesta es NO, entonces no lo haga usted también. Practíquese como un cristiano verdadero y no hable por su carne, hable por el Espíritu Santo de Dios, hable como Jesús, bendiga, bendiga, bendiga. Usted puede, usted tiene ese poder.

Salmos 119:103: ¡Cuán dulces son a mi paladar tus PALABRAS! Más que la miel a mi boca.

Segundo ejercicio con excelentes resultados: leer todos los días La Santa Biblia, en alta voz y repetir todos aquellos versículos que hablan de la santidad de Dios, de preferencia memorizarlos. Esto es practicar el hablar bien y hablar conforme el corazón de Dios y conforme los pensamientos de Dios. Esto es declarar lo santo en nuestras vidas y alejar toda maldad de nuestro corazón. Cuánto más palabras de Dios tengamos en nuestra fuente, más aguas dulces saldrán de nuestro corazón.

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