APRENDIENDO A PERDONAR
Sexta Parte
Matutino de La Conquista Reflexion
Pr. Raúl Capellán
Fue una batalla de la mente muy dolorosa!!! Peleaba con mis pensamientos, los argumentos, el pasado, el presente, mi dolor, mi decisión de superarlo, lo que me decían en la iglesia, lo que leía en la Biblia, la vergüenza de estar descubierta frente a Dios… trataba de ordenar las cosas en mi cabeza y a ver donde estaba la salida, todo era un conflicto simultáneo en vivo y en directo!!!! Estaba acorralada y ya agotada por el dolor y el llanto. Tuve que rendirme.
Pedí perdón a Dios pero él me decía que no me podía perdonar si yo no perdonaba. Que él no hace acepción de personas, la Palabra es una igual para todos, la única forma de arreglarlo era que yo perdonara. Entonces entró en escena el LIBRE ALBEDRÍO: EL PODER DE LA DECISIÓN. De esto me hablaban siempre, pero no me explicaban y yo no entendía.
Y comencé a hacer un «balance» de pérdidas y ganancias entre la vida nueva con Cristo, y la vida vieja con el diablo. Había estado atada por Satanás 27 años y no quería volver atrás, era imposible pensar en volver atrás después de lo que Dios me había librado (espiritismo, brujería, vicios, otros). Ya no se trataba de aquel dolor que me habían lastimado y no tenía nada que ver con lo que iba a suceder con aquellos malvados de la historia… ahora era una cuestión de que yo estaba a la puerta de mi propio futuro, de mi vida nueva, mi felicidad y mi restauración… o la ruina vieja.
Le pregunté a Dios si él me iba ayudar, me dijo que sí. Le pregunté a Dios si él me iba sanar, me dijo que sí. Le pregunté que iba a hacer para castigar los que me habían lastimado, me dijo que no me preocupara nunca más de eso porque él se iba hacer cargo. Yo le creí. El Señor ha sido Fiel, no ha fallado jamás y sé que no fallará.
Gracias le doy porque me permitió creer en él, y creer su Palabra, y creer sus promesas. Esa noche con mucho temblor dije por primera vez en toda mi vida: te perdono «fulano, fulana…» en el nombre de Jesús. Luego se desató un grandísimo llanto en mi alma, muy grande llanto que no podía ni quería controlar, también sentía cómo el Espíritu de Dios entraba y llenaba todo mi ser más y más, parecía que iba estallar mi cuerpo, era la sensación de llenura que yo no estaba acostumbrada y era muy fuerte y extraña.
Cuanto más lloraba más dolía, pero al pasar los minutos, cuanto más lloraba más aliviaba, después de un largo tiempo comencé a sentir la CONSOLACIÓN de Dios, el Espíritu Santo, el Consolador estaba tocando mi alma y mi llaga, y sentía que me tocaba donde dolía y varias veces quise resistir porque no le conocía, pero sabía que lo que me pasaba era para mi bien, que cualquier cosa que me hiciera el Espíritu Santo jamás sería para lastimarme como me había lastimado tanto el diablo, él ahora me estaba curando mis heridas y eso dolía, pero estaba curando mis heridas… lloraba y pensaba en sus promesas, pensaba en la Biblia, pensaba que nunca más nadie me iba hacer daño… lloraba… hasta que me dormí.
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